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Él me dijo: «Hijo de hombre, ¿Te has fijado en la profundidad que ha alcanzado aquel arroyito de agua, verdad?»

En seguida me llevó hasta la orilla del río, donde noté que había muchos árboles a ambos lados del río. Entonces me dijo: «Estas aguas fluyen hacia la región oriental, descienden al Arabá y llegan hasta el mar Muerto, donde se vuelven aguas dulces.

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